jueves, 29 de enero de 2009

ANGLICANISMO

En las postrimerías de la Edad Media, la Iglesia de Inglaterra apenas parecía sufrir las profundas convulsiones que se vivían en la Europa continental. Sin embargo, y muy especialmente desde que John Wyclif denunciara la decadencia del poder espiritual, las críticas a la Iglesia fueron numerosas y más numerosas aún las críticas al papa. Por otra parte, en Inglaterra, los humanistas llevaban tiempo defendiendo la idea de una reforma basada en la Biblia. Así, William Tyndale, más tarde discípulo de Martín Lutero, tradujo el Nuevo Testamento al inglés. Esta versión sería la usada, con algunas revisiones, hasta el siglo XX.

ENRIQUE VIII

Ya con anterioridad a la Reforma protestante, el rey de Inglaterra venía ejerciendo una influencia preponderante sobre la Iglesia inglesa. Esto explica por qué, la reforma fue el resultado, no de un movimiento religioso de base sino de los intereses personales del soberano. El papel de Enrique VIII fue capital. Este príncipe, inicialmente destinado a la carrera eclesiástica, había recibido una sólida formación religiosa. Al principio de su reinado, se comportó como un hijo obediente de la Iglesia romana y defendió los siete sacramentos contra Martín Lutero, lo que llevó al papa a conferirle el título de "Defensor de la Fe". Apoyó a Tomás Moro, oponiéndose enérgicamente a la traducción de la Biblia realizada por Tyndale.

LA RUPTURA CON ROMA

El principal motivo de ruptura con el papado fue el deseo del rey de divorciarse de Catalina de Aragón, que no le había dado hijos, para poder casarse con Ana Bolena, dama de la corte que, más tarde, haría decapitar. El papa Clemente VII se negó a anular su primer matrimonio, lo que provocó que en 1536 Enrique VIII rompiera todo vínculo con Roma. Aunque en la práctica la Iglesia inglesa continuó siendo la Iglesia Católica en Inglaterra, al adoptar posteriormente ciertas actitudes de la Reforma, pero sobre todo, por haberle negado la autoridad suprema al papa de Roma, el monarca fue excomulgado y nace así la Iglesia Anglicana o, mejor dicho, el anglicanismo, que es la Iglesia Una, Santa, Católica y Apostólica, como definen los Credos, pero desvinculada de la jerarquía de Roma.

EL ANGLICANISMO HOY

Esta forma o reforma de cristianismo está presente principalmente en los países que estuvieron bajo dominio inglés y por tanto influenciados por la cultura inglesa, como las antiguas colonias e incluso los Estados Unidos de América.Las iglesias anglicanas conservaron buena parte de la liturgia y estructura clerical católica (excepto el cardenalato y el papado). Sin embargo, durante el siglo XX y el XXI, algunas iglesias anglicanas tomaron decisiones liberales y a veces controvertidas, en comparación con otras confesiones cristianas: admisión de mujeres al sacerdocio y episcopado, así como la consagración de un obispo homosexual practicante declarado.

PARTICULARIDADES

El Anglicanismo acepta los principios del protestantismo luterano, pero la iglesia sigue manteniendo una jerarquía eclesiástica y cultos basados en el catolicismo romano, con algunas excepciones como la de la Iglesia española que utiliza la Liturgia visigótica o hispano-mozárabe. Con relación al aborto, no se acepta salvo en circunstancias excepcionales, como el caso en que la vida de la madre esté en peligro, deformación física o mental del feto o en caso de violación o incesto. Aún en estos casos, es también una opción moralmente aceptable continuar con el embarazo. El jefe supremo de la Iglesia inglesa es el Soberano reinante, aunque la Doctrina, el gobierno y la disciplina están a cargo de los arzobispos y obispos. Los clérigos anglicanos pueden contraer matrimonio, según su vocación personal y rechazan el culto a las imágenes. Todos los obispos anglicanos tienen el mismo rango y comparten el liderazgo de la iglesia, con la participación activa del clero y los laicos en todas las decisiones, siendo los obispos los pastores principales. En cuanto al divorcio, la posición doctrinal de la Iglesia afirma la intención vitalicia de la alianza matrimonial. Sin embargo, desde la Conferencia de Lambeth de 1888 se estableció la posibilidad pastoral de que una vez que la relación matrimonial se ha destruido sin posibilidad de arreglo, el matrimonio mismo es como si hubiera muerto, las promesas se han visto frustradas y el vínculo roto. Desde 1978 se permite celebrar un nuevo matrimonio por razones pastorales cuidadosamente consideradas, aunque ésta, como otras decisiones que no afectan a la Doctrina esencial Cristiana, no es vinculante y cada iglesia miembro de la Comunión Anglicana puede actuar conforme a sus propios cánones.

PRINCIPALES DIFERENCIAS CON LA IGLESIA DE ROMA

Hay mucha confusión con término católico. Siempre se emplea este vocablo para designar solamente una de las tres grandes ramas de la Iglesia Católica que son: la Iglesia Ortodoxa, la Iglesia Católica-Romana y la Comunión Anglicana. Las diferencias básicas que hay entre Anglicanos (Episcopales) y la Iglesia Romana son:'
El Dogma de la Infalibilidad Papal: éste fue promulgado en el Concilio Vaticano I en el 1879. El anglicanismo no considera que tenga base en las Sagradas Escrituras ni en la tradición de la Iglesia en los Concilios de la misma en los primeros siglos del cristianismo.
La Doctrina de la Transubstanciación: es la doctrina del cambio físico del pan y el vino en la Santa Eucaristía al Cuerpo y Sangre de Cristo. La Iglesia Anglicana enseña que la presencia de Cristo en los elementos del Pan y Vino consagrados es real y espiritual pero sin un cambio en la materia ni sustancia de los mismos.
Los Dogmas de la Inmaculada Concepción y la Asunción de la Virgen: para el anglicanismo, estos dogmas tampoco tienen base bíblica ni en la tradición de la Iglesia de los primeros Concilios. Pueden creerse como devoción privada, al igual que ocurre con los Santos, pero no como algo necesario para la salvación.
El celibato obligatorio del clero: durante el tiempo de la Reforma en el siglo XVI, la Iglesia de Inglaterra abolió el celibato obligatorio para su clero y deja esta vocación de vida a la decisión de cada cual, es decir, el sacerdote puede elegir si es célibe o casado.
La ordenación de mujeres al sacerdocio y al episcopado: es materia de práctica y disciplina de la Iglesia, no de doctrina, al reconocer la completa participación en el Cuerpo de Cristo de todos los hijos e hijas de Dios, incluyendo la ordenación.
La forma de gobierno de la Iglesia: En la Iglesia Episcopal el clero, los laicos y los obispos tienen amplia participación en el gobierno total de la misma. Se celebran periódicamente Sínodos Generales o Diocesanos así como Asambleas parroquiales para elegir a sus líderes o tratar otros asuntos ordinarios o de gobierno siempre que no afecten a la Doctrina. El Sínodo, con la participación en igual número de clérigos que laicos, es soberano y entre Sínodos, la Diócesis es gobernada por una Comisión Permanente, elegida por el Sínodo con igual número de miembros clérigos que laicos y presidida por el Obispo Diocesano.

TRADICIÓN Y DOCTRINA

El paulatino alejamiento de Europa Occidental con respecto a los centros políticos y culturales del Mediterráneo, aislaron a las Iglesias Ortodoxas, de tal manera que en los libros de Historia, que se estudian aún hoy en algunas escuelas, nos hacen creer que todo lo importante sucedió desde Italia hacia Portugal, con alguna participación alemana e inglesa pero con el visto bueno de Roma. Los términos prehistoria y Oriente, son casi equivalentes. Parece que Oriente quedó en la prehistoria así como los ingleses, alemanes y suecos en la barbarie. Claro que una mirada global nos enseña otra cosa bien distinta. Durante la oscura noche cultural que padeció Europa occidental desde el siglo IV hasta la genialidad de Santo Tomás de Aquino, la cultura en general y la Teología y Filosofía en particular, siguieron desarrollándose alcanzando su esplendor en las márgenes orientales del Mediterráneo, así como en la cultura celta británica. Desde el siglo I se recopilan, básicamente en griego, las primeras tradiciones cristianas, relatos, cartas, comentarios, exposiciones doctrinales y catequéticas, etc. En los primeros tiempos del Cristianismo, es evidente, que las comunidades se organizaron y vivieron su Fe sin los escritos que hoy conocemos como Evangelios y Nuevo Testamento. La Tradición de la Iglesia fue recopilando los escritos que aparecen desde el siglo I y al comienzo del siglo IV queda establecido el Canon de la Biblia tal como lo aceptamos en la época actual. La Iglesia Cristiana, a través de los Concilios, esto es, de las asambleas de representantes de las Iglesias particulares, reconoció los escritos que se consideró, en aquel momento, verdaderamente consistentes con la experiencia de los primeros discípulos y apóstoles de Cristo. "El Espíritu Santo y nosotros estuvimos de acuerdo…" Es importante tomar conciencia de que la Iglesia Universal existió desde antes de que fueran escritos los textos del Nuevo Testamento y que esas escrituras fueron compuestas por miembros de la iglesia para registrar la institución y la historia temprana de la Iglesia. Por lo tanto, no es de extrañar que, de la transmisión oral original, así como de las tradiciones guardadas por las comunidades cristianas, permanezcan en la Iglesia muchas cosas que no están registradas en el Nuevo Testamento, pero que forman parte integrante de la vida del Espíritu en la Comunidad. Estas son fuentes de la Doctrina para las Iglesias Ortodoxas y la Comunión Anglicana, la Tradición escrita y la Tradición oral; ambas conforman la Gran Tradición, memoria viviente de la Iglesia, que es Ella misma guiada por el Espíritu Santo, tal como fue prometido a los primeros discípulos. Las manifestaciones principales de esta Tradición de la iglesia, que expresa su catolicidad son: A.- La Santa Biblia, que dependió de la misma Iglesia para su autentificación, esto es, para el establecimiento de su canon. También depende de la participación del lector en el Espíritu que se manifiesta en la Iglesia, la capacidad que este tendrá para la comprensión de los múltiples sentidos de la Sagrada Escritura. Si la Biblia tiene algún sentido, este debe ser comprendido de acuerdo a las tradiciones de la institución que la produjo. B.- Los Credos Apostólico, de Nicea y de San Atanasio, así como los Concilios Ecuménicos, constituyen otra parte de la Tradición escrita de la Iglesia. Estas asambleas de representantes de las diversas Iglesias particulares definieron las doctrinas y las prácticas, como anteriormente expusimos, y definieron los textos aceptados de la Sagrada Escritura. Se reconocen siete Concilios Ecuménicos: I de Nicea en el año 325; I de Constantinopla, año 381; De Éfeso, año 431; De Calcedonia, año 451; II de Constantinopla, año 553; III de Constantinopla 680; II de Nicea, año 787. Como podemos apreciar, estos Concilios Ecuménicos, también aceptados como doctrinales por la Iglesia Católica Romana y por algunas Iglesias Reformadas, se llevaron a cabo en la zona oriental del Mediterráneo con la participación mayoritaria de las comunidades de los cuatro patriarcados orientales y de las Iglesias nacionales, como la de Inglaterra. Los Concilios Ecuménicos dejan de realizarse a partir de la época en la cual Roma se separa de la Iglesia Universal; ¿Cuándo realizaremos un nuevo Concilio Ecuménico? C.- Los textos litúrgicos también son parte de la Tradición escrita de la Iglesia. La Liturgia expresa en la práctica lo que la Iglesia enseña. Los textos que la conforman son el resultado de la cristalización de la doctrina (ceremonias, himnos, rituales, etc.) y producto de la historia de la Iglesia; parte de la memoria viviente de ella. D.- Los Sacramentos Evangélicos, esto es el Bautismo en nombre de la Santa Trinidad (Mt. 28:19), la Sagrada Eucaristía, en la que se participa del verdadero Cuerpo y sangre de Cristo; ordenados por Cristo mismo y administrados con el uso indefectible de las palabras de la institución de Cristo y los elementos ordenados por él. Los otro cinco sacramentos, aceptados por las Iglesias, son también signos guiados por el Espíritu Santo, por medio de los cuales el mismo Espíritu otorga Gracia para los aspectos más importantes de la vida; Confirmación, Matrimonio, Reconciliación, Unción de los enfermos, Orden sagrado (por medio del cual los ministros son capacitados para ser diácono, sacerdote u obispo y colaborar con la comunidad de bautizados por los servicios sacramentales que ejercen) E.- El Episcopado histórico, adaptado locamente en los métodos de su administración a las diversas necesidades de las naciones y los pueblos. La Iglesia Católica , en sus tres ramas Anglicana, Ortodoxa y Romana, cree que el Señor Jesucristo es verdaderamente Dios, el Mesías, hijo engendrado de la misma esencia que el Padre antes de todos los siglos; que también es verdaderamente Hombre, igual a nosotros en todo menos en el pecado. Cree que Jesucristo por nuestra salvación nació de María Virgen, a quien llama Theotokos, Madre de Dios (La que dio a luz a Dios).La Iglesia Católica adora a Dios en la Trinidad y honra a los santos. Entre los santos el primer lugar es el de la Theotokos.La Iglesia Católica, en palabras tradicionales de los padres griegos, espera la deificación en sus miembros, verdadera unión con Dios, proceso dinámico y gradual que dura toda la vida y no sólo se decide al morir. La Iglesia de Roma solamente admite al orden sagrado a varones célibes. En las Iglesias Ortodoxas se admite al diaconado y al sacerdocio a hombres casados; en la Comunión Anglicana además se les admite al episcopado, sean varones o mujeres solteros o casados, porque se reconoce que una persona que tenga vocación al sacerdocio no necesariamente implica que Dios le otorgue también la vocación del celibato. La ordenación de mujeres en la Comunión Anglicana se establece a partir de su creencia en la igualdad teológica de varones y mujeres. (Gal.5:26-28)En ciertos casos, en las Iglesias Ortodoxa y Comunión Anglicana se acepta la separación de los cónyuges y las segundas nupcias. Aunque el ideal es la permanencia del matrimonio para siempre la debilidad e imperfección humana requiere de una actitud maternal de la Iglesia en circunstancias cuidadosamente analizadas.Para la comunión anglicana y para las Iglesias Ortodoxas, el fin del matrimonio no esta centrado en la reproducción sino en la vivencia del sacramento como expresión de Gracia, Sacramento de Amor. Por tanto cada pareja debe tomar en conciencia sus decisiones respecto a la paternidad.

martes, 22 de julio de 2008

La Iglesia Anglicana llama a los divorciados a seguir buscando el amor dentro del matrimonio.

Este mensaje está dirigido a quienes rompieron su vínculo matrimonial canónico (católico), son creyentes y siguen optando por el matrimonio como forma de vida en pareja. Nosotros, como católicos, aceptamos la celebración y bendición del matrimonio entre divorciados, sin más limitaciones que las establecidas por las Leyes de cada Estado. En España está regulado por la Ley 24/1992 y Orden de 21 enero de 1993 por la que se aprueba, entre otros, el modelo oficial de certificado de capacidad matrimonial para la celebración del matrimonio religioso, que se tramita y expide en el Registro Civil.

"Dios es amor y nosotros somos su imagen. Cada uno puede dirigirse a Él con la confianza de ser amado, porque está dentro de nosotros. No lo busquemos allá arriba, sino en nuestra propia conciencia."

Tratemos de encontrar a Dios en ese ser que amamos y que Él ha escogido para nosotros. El proyecto de Dios, para cada uno de nosotros, se revela gradualmente, día a día, en el corazón de quienes se aman. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos ama a nosotros.

Dios quiere que en el amor conyugal, los esposos encuentren alegría y gozo, esperanza y vida abundante. Para multitud de personas que, han sufrido el engaño y a veces la violencia, tratar de reconstruir una nueva familia en el Amor de Dios, es prioritario además de un derecho natural.

Ayudemos a curar las heridas de quienes teniendo hambre del verdadero amor han encontrado a Dios en su nuevo amado. No les neguemos la bendición y ayudémosles a orientar su vida hacia la infinita misericordia de Dios. Esta debe ser la actitud de la Iglesia, como madre, y no una actitud reprobadora, intransigente y hasta mezquina, que trata de imponer unas normas basadas en una doctrina que dista mucho de ser la que emana de la Sagrada Escritura.

El sacramento del matrimonio, tal como lo define la doctrina cristiana, “es el signo mediante el cual los contrayentes se unen para toda la vida, hacen sus promesas ante Dios y piden su gracia y bendición para cumplirlas.” No es la Iglesia ni el Estado quien casa, sino los contrayentes; la iglesia bendice la unión y el estado le da forma legal con el fin de proteger los intereses, tanto de los cónyuges como de los hijos. Esto nadie lo niega pero, desgraciadamente, sabemos que más frecuentemente de lo deseable, todo queda en una buena intención y al cabo del tiempo puede que la relación llegue a tal deterioro que la convivencia se vuelve imposible. Así pues, el matrimonio ni nace ni se sustenta en leyes, ritos o ceremonias inventados por el hombre y menos aún de intereses rastreros, que destruyen la dignidad humana y divina de los hijos de Dios. A ésto debemos añadir el desamor, algo que el ser humano no siempre o casi nunca puede controlar. Es evidente que matrimonio se sustenta en el amor y respeto mutuos y si se quiebra alguno de estos fundamentos básicos, resultando la convivencia imposible, el matrimonio está definitivamente roto aunque el vínculo sacramental permanezca. Así pues, nadie, absolutamente nadie está legitimado ni tiene autoridad, civil ni religiosa, para declarar un matrimonio nulo o válido más que los contrayentes, sin menoscabo de las funciones reservadas al estado o la iglesia como ya mencionamos. ¡Dónde hay amor, con mayúsculas, no hay pecado!

De esa manera se justifica el fin de la convivencia, no del vínculo sacramental, al contrario de lo que enseña e impone Roma. Un divorciado al igual que un viudo nunca volverá a estar soltero; en ambos casos, aunque por diferentes causas, la convivencia cesó, pero el vínculo perdura y es perfectamente compatible con una nueva unión.

¿Cómo hacer entender a un bautizado que sufre el dolor físico -y sobretodo psíquico- de un fracaso matrimonial, que no se le permitirá volver a comulgar, que ni siquiera podrá bautizar a sus hijos y que además también se le niega el derecho a rehacer su vida conforme a la doctrina cristiana? Las Iglesias Ortodoxas así como las Católicas no romanas y las Reformadas, aceptan desde siempre el divorcio como algo no deseable pero natural, y no ponen impedimento alguno a sus fieles para contraer nuevas nupcias. A quién ose erigirse en Juez Supremo, en nombre de Dios, aplicando unas leyes eclesiásticas que poco o nada tienen que ver con la Escritura, decidiendo así el presente y el futuro, la vida de un creyente, solamente se le puede calificar de necio y cruel.

La caridad, a la que Jesús nos llama, no tiene en cuenta el mal. (1ª Cor13: 3-8). Aceptar y ofrecer el perdón, hace posible una nueva relación de amor entre los esposos.

jueves, 17 de julio de 2008


Doctrina anglicana sobre la Santisima Vírgen María

Es habitual la creencia, sobre todo entre católicos, de que la iglesia anglicana y otras confesiones cristianas reformadas o protestantes, no creen en la Virgen María. Los anglicanos seguimos honrando a Santa María Virgen y celebrando su festividad cada 15 de agosto, tal y cómo siempre hizo la iglesia, incluida la romana, fieles a la tradición católica. En la actualidad la iglesia católica romana ese día conmemora la solemnidad de la Asunción; según dogma del papa Pío XII, proclamado el 1º de noviembre de 1954, la virgen María, después de su muerte, fue asunta al cielo.

Como todos los dogmas éste carece de fundamento bíblico y por lo tanto los anglicanos no lo aceptamos, ya que ningún hombre está legitimado para imponer una doctrina que sea contraria o no pueda ser probada conforme a la Sagrada Escritura.

No pretendemos aquí cambiar doctrinas erróneas que a lo largo de los siglos fueron y siguen siendo inculcadas en ciertos sectores pro-marianos de la iglesia católica, dónde aún hoy se antepone o equipara el rezo del rosario al Oficio Divino, o los cientos de advocaciones marianas, a la adoración a nuestro Señor Jesucristo, único nacido sin la mácula del pecado, Redentor y Salvador de todos los hombres. Nos damos por satisfechos si su lectura suscita una reflexión seria y profunda sobre un tema tan delicado como desconocido, incluso para aquéllos que lo aceptan.

Como hemos comentado antes, nuestra fe y creencias se fundamentan y sustentan en lo que hallamos en la Biblia, palabra infalible de Dios, y así lo hacemos también en lo referente a la bienaventurada Virgen María. Los evangelios nos relatan muy claramente que Jesús fue encarnado, sin intervención de hombre alguno, en el seno virginal de María –tal como confesamos en los credos Apostólico y Niceno-constantinopolitano- por obra y gracia del Espíritu Santo.

Toda la genealogía de Jesús, su concepción y nacimiento, es narrada con detalle por el evangelista Mateo en su capítulo primero. (Mt. 1:1-25) Dudar de la intervención divina en tan portentoso hecho, sería tanto como negar la existencia de Dios mismo y por lo tanto no creeríamos tampoco en Él. Ante esa omnipotencia de Dios, ¿cómo no creer que María concibiera un hijo por obra del Espíritu Santo? Negarlo sería tanto como negar la Creación misma, desde los microscópicos seres que nos rodean hasta lo infinito, allá dónde nuestra limitada inteligencia no nos permite llegar.

Es frecuente escuchar, a modo de razonamiento para justificar la existencia del Universo, que todo es obra de la naturaleza. La Naturaleza es, ni más ni menos, el conjunto de la Creación, tanto de aquello que conocemos como de lo que desconocemos.

Así, pues, creemos en la Virgen María y también en su concepción virginal.

Sin embargo, toda la Biblia centra su mensaje en el anuncio, encarnación, nacimiento, vida, obra, pasión, muerte y resurrección de Cristo. La Biblia es, por tanto, cristocéntrica y por ello la existencia misma de María gira en torno a su Hijo, el único mediador entre Dios y el hombre. (1ª de Tim. 2:5-6) Asimismo la Biblia nos enseña, y así lo creemos y proclamamos, que no hay otro nombre que el de Jesús, bajo el cielo, dado a los hombres, para que podamos ser salvados. (Hech. 4:12)

Es en este contexto que creemos que la Virgen María fue la bienaventurada que creyó. (Luc. 1:45)

Su maternidad, con ser tan portentosa y maravillosa, no la hace sin embargo superior al resto de los creyentes y así lo aseveró su propio Hijo, contestando al escuchar una bienaventuranza hacia su madre: antes bienaventurados los que oyen la palabra de Dios y la guardan. (Luc. 11:27-28)

Acerca de María creemos todo lo que nos dice el Nuevo Testamento y en ella los cristianos vemos el más claro ejemplo de fe, entrega, humildad, abnegación, fidelidad, renuncia y consagración. También de labios de María escuchamos el mejor de los consejos: haced todo lo que Él os diga. (Juan 2:5) En el Oficio de Vísperas, alabamos a Dios cada día también con palabras de María:

Proclama mi alma la grandeza del Señor,

se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador

porque ha mirado la humillación de su esclava,

desde ahora me felicitarán todas las generaciones

porque el poderoso ha hecho obras grandes por mi......

(Luc. 1:46-49)

También nosotros proclamamos, con todas las generaciones, que María es Bienaventurada, -versículo 48 del Magnificat- pero ello no nos da pié para divinizarla, ni darle culto, ni invocar su mediación, ni hacerla esperanza de nuestra salvación, ni corredentora con Cristo, como hace la iglesia católica. (Conc. Vat. II, const. dog. Lumen Gentium nn .60-62)

En palabras del propio Jesús y de los apóstoles, la Biblia nos enseña que tenemos un solo redentor y mediador, Cristo hombre (Apoc. 5:9 y 1ª de Tim. 2:5) y un solo abogado, el Espíritu Santo. (Juan 14:16-17)

Decir que no creemos en la Virgen María es faltar a la verdad. Creemos en la que creyó en su propio Hijo, Jesús, como el Mesías esperado, el Redentor de todos los hombres y mujeres, el que fue en todo como nosotros, pero sin pecado. (Heb. 4:15)

El gran respeto y veneración que sentimos por la madre de nuestro Señor nos hace seguir el discreto silencio que mantuvieron los apóstoles, antes que seguir a quienes sacan de contexto la figura de Santa María Virgen, madre virgen, desfigurando su persona e imagen bajo una enseñanza ajena a la Biblia, lo que ha acarreado celos y contiendas, cuando no irreverencia y fanatismos, para multitud de personas de buena fe.

Creemos, pues, en la Virgen María que tan claramente nos retrata y relata el Nuevo Testamento para así testificar mejor en Dios que de tal manera amó al mundo que ha dado a su Hijo Unigénito para que todo aquél que en Él crea no se pierda si no que tenga vida eterna. (Juan 3:16)

Creyendo así, al ejemplo de los apóstoles y primeros cristianos, damos gloria y honor al Padre por Jesucristo en la unidad del Espíritu Santo y a María la veneramos como a la bendita entre todas las mujeres.


Sacramentos y Ritos sacramentales de la Iglesia

Fue en el Concilio de Trento, (1545-1563) dónde se definieron los siete sacramentos que actualmente enseña la Iglesia de Roma. La definición que de sacramento hace San Agustín de Hipona, no sería aplicable nada más que a dos de los sacramentos que enseña Roma: Bautismo y Comunión (Santa Cena). Esta es la definición que hace San Agustín: “cualquiera de las diferentes acciones litúrgicas de la Iglesia Cristiana que han sido instituidas por Cristo para comunicar la gracia o poder de Dios a través del significado de objetos materiales”. Según esta definición, los sacramentos son “signos externos y visibles de una gracia interna y espiritual”. A los otros cinco, que los anglicanos llamamos ritos sacramentales o sacramentos menores y que ni fueron instituidos directamente por Cristo ni son necesarios para la salvación, es evidente que no se les puede definir como sacramentos. Cuando Cristo los instituyó, lo hizo para todos sin excepción; nadie puede llamarse cristiano si no está bautizado. Sin embargo Roma prohíbe -a pesar de considerarlos sacramentos-, el Matrimonio al clero y el Orden a los casados y a las mujeres. Según esta norma que Roma aplica, hay cristianos de primera, segunda o tercera. A mayor número de sacramentos recibidos, mayor santidad. Personalmente, menos la Unción de Enfermos, los he recibido todos, ¿seré un privilegiado sin saberlo?

Transcribo literalmente lo que enseña la Iglesia Anglicana sobre los sacramentos instituidos por Cristo así como sobre los otros ritos sacramentales:
"Un sacramento es un signo externo y visible de una gracia interna e invisible. Hay dos sacramentos instituidos por Cristo, medios de gracia esenciales para todo cristiano":
1.-BAUTISMO: Es la puerta de entrada a la familia de Dios. Se administra una sola vez a cada persona, generalmente en la niñez. Se realiza con agua, que simboliza la limpieza del pecado y se invoca a la Santísima Trinidad. El don interior y espiritual es la unión con Cristo en su muerte y resurrección, el perdón de los pecados y un nuevo nacimiento a la familia de Dios: la Iglesia.
2.-COMUNIÓN O SANTA CENA: Se trata de la conmemoración y acción de gracias por la muerte y resurrección de Cristo. Se utilizan el pan y el vino. El cuerpo de Cristo se da, se toma y se come de un modo celestial y espiritual y el medio por el cual se recibe y se come es la fe. Por el sacramento de la Eucaristía, los miembros de la Iglesia se ofrecen a sí mismos a Dios en arrepentimiento, amor y fe, recuerdan su muerte, testifican su sacrificio y renuevan su esperanza en la comida celestial. La Iglesia Anglicana practica una política de comunión abierta a los miembros comulgantes de las demás iglesias cristianas.
Además, hay cinco ritos sacramentales que se desarrollaron en la Iglesia bajo la inspiración del Espíritu Santo, pero que no tienen la misma naturaleza que los anteriores. No fueron ordenados por Cristo y no se aplican a todos los fieles. Los ritos sacramentales son:
1.- CONFIRMACIÓN: Servicio por el cual, mediante la oración e imposición de manos por el obispo y con la acción del Espíritu Santo, se renueva y fortalece el compromiso con Cristo hecho en el bautismo.
2.-MATRIMONIO: Mediante este signo, el hombre y la mujer, entrando en unión para toda la vida, hacen sus promesas ante Dios y piden su gracia y bendición para cumplirlas.
3.-CONFESIÓN O RECONCILIACIÓN DEL PENITENTE: Reconocimiento y confesión a Dios de los pecados, hecha libre y voluntariamente en presencia de un ministro, y con un sincero deseo de cambiar de actitud. Por medio de la absolución, el ministro afirma el perdón de Dios y la reconciliación del pecador.
4.-ORDEN: Mediante este rito, se consagran cristianos al servicio de Dios. Reciben el poder y la gracia que les ayuda a dedicar sus vidas al bien de la comunidad enseñando, administrando los sacramentos y gobernando la Iglesia.
5.-UNCIÓN DE LOS ENFERMOS: Servicio por el cual se da la gracia de Dios para la sanidad física y espiritual en respuesta a la fe y oración. Se muestra con la imposición de manos o por la unción con aceite.
La doctrina anglicana será tachada de “hereje” por un sector minoritario de la iglesia de Roma, pero sin duda, son muchos los católicos que están más próximos a nuestra doctrina que a la que proclama el Catecismo de la Iglesia Católica.